Quise entrar en tu alma, y ¡qué descenso,
qué andar por entre ruinas y entre fosas!
¡A fuerza de pensar en tales cosas
me duele el pensamiento cuando pienso!
¡Pasó!... ¿Qué resta ya de tanto y tanto
¡Pasó!... ¿Qué resta ya de tanto y tanto
deliquio? En tí ni la moral dolencia,
ni el dejo impuro, ni el sabor del llanto.
Y en mí ¡qué hondo y tremendo cataclismo!
¡qué sombra y qué pavor en la conciencia
y qué horrible disgusto de mí mismo!
2 comentarios:
Tu gusto por el siglo XIX sigue intacto como las lozas que tapian la historia del buen tono.
Saludos
Huidobro debería ser el faro de tus océanos de su Altazor:
Los veleros que parten a distribuir
mi alma por el mundo
Volverán convertidos en pájaros
Una hermosa mañana alta de muchos metros.
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